
(Cabimas) Hijas, sobrinos y nietos fueron al cementerio de Los Laureles a desenterrar el cuerpo de Carmen Felicia González de Rondón, el pasado 19 de julio de este año. Después de 27 años de haber sido enterrada, la sorpresa es que su cuerpo permanece intacto, como si sólo durmiera.
Los sacerdotes que conocen del caso hablan de que para la Iglesia Católica los cuerpos incorruptos son signo de santidad. Su pelo, sus cejas, las uñas pintadas de color plateado, su piel, la margarita que le pusieron, nada estaba marchito.
Carmen Felicia nació el 8 de febrero de 1900 y murió a los 80 años de edad, el 6 de noviembre de 1980, fue enterrada en el cementerio viejo de Los Laureles, parroquia Germán Ríos Linares, del municipio Cabimas.
Este camposanto se encuentra deteriorado y Servicios Públicos de la Alcaldía estuvo haciendo un llamado recientemente para que los dolientes de los fallecidos sacaran a sus familiares.
El cementerio de Los Laureles se inunda cada vez que llueve y la fosa donde se encontraba Carmen, precisó, estaba muy llena de agua. “Los trabajadores sacaron tobos y tobos de agua del hueco para poder extraer la urna”, contó Nerva Rondón de Núñez, hija de la difunta.
La idea fue de su sobrina Katty, hija de su hermano Clovis, quien murió hace 14 años, para que ambos estuvieran enterrados en el cementerio Jardines del Rosario, ubicado en Punta Gorda, con el resto de los familiares.
Para realizar las exequias ubicaron al sacerdote José Francisco Guerra Lozada, del liceo Juan XXIII, quien al igual que los familiares de la señora Carmen se sorprendió al ver que el cuerpo de la fallecida permanecía intacto, flácido, sin signos de que los años y la humedad hubieran pasado por su humanidad.
Olor a cielo
“Los sepultureros hasta le metieron por debajo de su cabeza y espalda un paño por si se desmembraba, pero no fue así, resulta que su cuerpo yacía allí blando como si sólo durmiera”, mencionó Nerva.
Familiares dijeron que la impresión fue inexplicable, porque esperaron recoger huesitos, que es lo único que queda con los años, pero al destapar la urna la encontraron completa y enseguida buscaron al sacerdote.
Los presentes, incluyendo al presbítero, aseguraron que del sitio nunca se desprendió mal olor, ni siquiera cuando abrieron el ataúd. “Fue algo sorprendente”, dijeron.
De hecho, junto a la difunta Carmen estaba su hijo Clovis Rondón, quien murió hace 14 años y él fue desenterrado primero, en su urna sólo quedaban cenizas y el cofre del esposo, Bartolomé Rondón, quien murió muchos años antes que Carmen, no pudo ser sacado, producto del agua que inundó la fosa.
Los restos de Clovis fueron metidos en una bolsa y puestos a los pies de su madre en una nueva urna que la gente de la funeraria tuvo que buscar, pues sólo llevaron un cofre muy pequeño para meter los supuestos huesos de la señora Carmen.
Luego de lo ocurrido, el sacerdote José Francisco Guerra ofició una misa en Jardines del Rosario en presencia de sus familiares, antes de ser nuevamente enterrada.